martes, 1 de febrero de 2011

Ruido de fondo


Durante la Expo de Zaragoza, trajeron a probar varios coches eléctricos y los pasearon por la ciudad. Tuve la ocasión de ver uno de ellos de cerca y comprobé que no hacían ruido en absoluto. Eso está muy bien por la contaminación acústica y todo eso, solo que..., si no los oyes pueden atropellarte. Ultimamente he escuchado que en los nuevos modelos están pensando en introducir ruido a propósito, para que eso no suceda.

Es curioso, a veces que algo sea demasiado perfecto es en sí un problema.

Algo parecido sucedió con los primeros teléfonos móviles digitales. La calidad de sonido era tan buena, que no había el más mínimo ruido de fondo. Esto, diríais, es genial, ¿cuál es el problema? El problema es que los usuarios, acostumbrados al teléfono normal, si el interlocutor dejaba de hablar pensaban que se había cortado la comunicación y colgaban. Así que la solución fue incluir, a propósito, una imperfección, un ligero ruido de fondo, que llamaron "comfort noise". De esta forma en todo momento se tenía una referencia audible de que había comunicación.

Creo que esto es aplicable a muchos aspectos de la vida, que no queremos que las cosas sean demasiado perfectas. Las mujeres votadas como las más bellas presentan alguna asimetría, que no sabemos por qué, pero nos atrae. La barbie perfecta no es habitualmente la mujer más deseada.

Tampoco queremos que nuestra pareja sea perfecta en el día a día, si no, ¿cómo podríamos defendernos cuando nos reproche nuestras imperfecciones? Los pequeños fallos en su carácter, en su lógica, nos parecen sorprendentemente atractivos muchas veces y nos provocan cierta ternura.

Las figuras públicas también ganan cuando demuestran algún punto débil. Se habla de que eso las hace más humanas.

Tal vez de eso se trate. De humanidad. Las personas no estamos diseñadas para ser perfectas, luego no aceptamos fácilmente que algo lo sea, necesitamos que siempre exista ese ruido de fondo, que nos consuele de nuestras imperfecciones.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Tu Gadgeto-blog en la página de Google

Si queréis invitar a otros a colocar un Gadget en el escritorio de Google, con feeds de tu blog de blogger, escribid un link de la siguiente forma:

http://www.google.es/ig/add?hl=es&feedurl=http://sabiaisque.blogspot.com/feeds/posts/default&source=imag

Basta con copiarlo en la línea de dirección del navegador para que te pregunte si quieres incluir el feed del gadget en el escritorio Google.

Por supuesto, sustituid sabiaisque por el nombre de vuestro blog en blogger.

O de otra forma, más automática y con botón en:

http://www.google.es/webmasters/add.html

viernes, 7 de noviembre de 2008

Dejando rastro

Quien haya puesto un contador de visitas en su blog sabe que los visitantes dejan rastro al visitar su página. El navegador se chiva de la página que le llevó hasta allí. Si se viene de un buscador, eso te da las palabras de la búsqueda.

El problema puede venir cuando se navega desde la empresa, por motivos de trabajo. A veces, la dirección IP que se suministra al navegar puede resolverse con el nombre del servidor de la empresa. Si a eso sumamos que vemos qué palabras han escrito en el navegador para llegar hasta allí, tenemos un espionaje de primer orden. Especialmente si es la página de un competidor.

Por ejemplo, en un blog que tengo sobre electrónica, me han visitado desde las empresas Intel, IBM, Freescale, Samsung, Microsoft, etc. Y se veía perfectamente qué andaban buscando al llegar a mi página.

Así que, en el trabajo, comprobad que no dais más datos de los que queréis mostrar al navegar y no olvidéis que las búsquedas de Google que os han llevado hasta la página quedan registradas, si no queréis dar pistas al enemigo.

Por cierto de tí se que:



jueves, 2 de octubre de 2008

Pasar a Vista, quedarse sin ayudas


En mi nuevo portátil equipado con Windows Vista he descubierto con sorpresa que no funcionan los archivos de ayuda de las antiguas aplicaciones que utilizaba.

Desde Microsoft, la respuesta es que no incluyen el programa necesario para visualizar los ficheros de ayuda tipo .hlp: el WinHlp32.exe, porque, y cito textualmente:

"WinHlp32.exe no ha tenido una actualización importante desde hace años y ni cumple los estándares de Microsoft para todos los programas Microsoft"

Es decir, porque no les ha dado la gana actualizarlo.

Afortunadamente, si insistes en no hacerles caso y querer seguir utilizando esos anticuados programas, si no quieres tirar todo tu dinero invertido en software, te ofrecen una descarga de winhlp32.exe que soluciona el problema:

http://support.microsoft.com/kb/917607

La he instalado y parece funcionar perfectamente. ¡He recuperado mis ficheros de ayuda!

Aunque la verdad es que no merece la pena sufrir tantos problemas sólo porque las ventanas sean transparentes. A poco que pueda, me cambio a Windows XP.

Quien no se preocupa de los usuarios con actuaciones de este tipo merece que manden a la mierda su nuevo y flamante sistema operativo.

martes, 15 de abril de 2008

Nuevo libro de Carlos Ruiz Zafón


¿Sabíais que Carlos Ruiz Zafón tiene nuevo libro? Se titula "El juego del Angel" y estará a la venta el próximo día 17 de Abril. Si sólo tiene una pizca del talento y el saber contar al viejo estilo de La sombra del viento, valdrá la pena leerlo, ¡reservadlo ya!. Para que hagáis boca, os incluyo un fragmento del libro, rescatado de la web del suplemento del Mundo. Esto promete...

(en ningún sitio pone que esté prohibida su reproducción, si es el caso, un mail a sabiaisque@gmail.com bastará para eliminarlo de esta web)


Primer acto: 'La ciudad de los malditos'

Intriga, romance y tragedia. David Martín, un joven que vive de escribir novelas de misterio bajo seudónimo, recibe una oferta de un extraño editor. A partir de ahí se ve envuelto en una trama de ambiciones ocultas y crímenes que conducirán al lector hacia un final insospechado y exultante.

Aquella tarde, escondido bajo la ropa para que no lo viese mi padre, me llevé a mi nuevo amigo a casa. Aquél fue un otoño de lluvias y días de plomo durante el que leí 'Grandes esperanzas' unas nueve veces seguidas, en parte porque no tenía otro a mano que leer y en parte porque no pensaba que pudiese existir otro mejor, y empezaba a sospechar que don Carlos lo había escrito sólo para mí. Pronto tuve el firme convencimiento de que no quería otra cosa en la vida que aprender a hacer lo que hacía aquel tal señor Dickens.

Una madrugada desperté de golpe sacudido por mi padre, que volvía de trabajar antes de tiempo. Tenía los ojos inyectados en sangre y el aliento le olía a aguardiente. Le miré aterrorizado, y él palpó con los dedos la bombilla desnuda que colgaba de un cable.

–Está caliente.

Me clavó los ojos y lanzó la bombilla con rabia contra la pared. Estalló en mil pedazos de cristal que me cayeron en la cara, pero no me atreví a apartarlos.

–¿Dónde está?– preguntó mi padre, la voz fría y serena. Negué, temblando.

–¿Dónde está ese libro de mierda?

Negué otra vez. En la penumbra apenas vi venir el golpe. Sentí que perdía la visión y que me caía de la cama, con sangre en la boca y un intenso dolor como fuego blanco ardiendo tras los labios. Al ladear la cabeza vi lo que supuse eran los trozos de un par de dientes rotos en el suelo. La mano de mi padre me agarró por el cuello y me levantó.

–¿Dónde está?

–Padre, por favor...

Me lanzó de cara contra la pared con todas sus fuerzas y el golpe en la cabeza me hizo perder el equilibrio y desplomarme como un saco de huesos. Me arrastré hasta un rincón y me quedé allí, encogido como un ovillo, mirando cómo mi padre abría el armario y sacaba las cuatro prendas que tenía y las tiraba al suelo. Registró cajones y baúles sin encontrar el libro hasta que, agotado, regresó a por mí. Cerré los ojos y me encogí contra la pared, esperando otro golpe que nunca llegó. Abrí los ojos y vi que mi padre estaba sentado en la cama, llorando de asfixia y de vergüenza. Cuando vio que le miraba, salió corriendo escaleras abajo. Escuché el eco de sus pasos alejarse en el silencio del alba, y sólo cuando supe que estaba lejos me arrastré hasta la cama y saqué el libro de su escondite bajo el colchón. Me vestí y, con la novela bajo el brazo, salí a la calle.

Un lienzo de bruma descendía sobre la calle Santa Ana cuando llegué al portal de la librería. El librero y su hijo vivían en el primer piso del mismo edificio. Sabía que las seis de la mañana no eran horas de llamar a casa de nadie, pero mi único pensamiento en aquel momento era salvar aquel libro, y tenía la certeza de que si mi padre lo encontraba al volver a casa lo destrozaría con toda la rabia que llevaba en la sangre. Llamé al timbre y esperé. Tuve que insistir dos o tres veces hasta que oí la puerta del balcón abrirse y vi cómo el viejo Sempere, en bata y pantuflas, se asomaba y me miraba atónito. Medio minuto más tarde bajó a abrirme y en cuanto me vio la cara todo asomo de enfado se evaporó. Se arrodilló frente a mí y me sostuvo por los brazos.

–¡Dios santo! ¿Estás bien? ¿Quién te ha hecho esto?

–Nadie. Me he caído.

Le tendí el libro.

–He venido a devolvérselo, porque no quiero que le pase nada...

Sempere me miró sin decir nada. Me tomó en brazos y me subió al piso. Su hijo, un muchacho de 12 años tan tímido que yo no recordaba haber oído nunca su voz, se había despertado al oír salir a su padre y esperaba en lo alto del rellano. Al ver la sangre en mi rostro miró a su padre, asustado.

–Llama al doctor Campos.

El muchacho asintió y corrió al teléfono. Le oí hablar y comprobé que no estaba mudo. Entre los dos me acomodaron en una butaca del comedor y me limpiaron la sangre de las heridas a la espera de que llegase el doctor.

–¿No me vas a decir quién te ha hecho esto? No despegué los labios. Sempere no sabía dónde vivía y no iba a darle ideas.

–¿Ha sido tu padre?

Desvié la mirada.

–No. Me he caído.

El doctor Campos, que vivía a cuatro o cinco portales de allí, llegó en cinco minutos. Me examinó de pies a cabeza, palpando los moretones y curando los cortes con tanta delicadeza como pudo. Estaba claro que le quemaban los ojos de indignación, pero no dijo nada.

–No hay fracturas, aunque sí unas cuantas magulladuras que durarán y dolerán unos días. Esos dos dientes habrá que sacarlos. Son piezas perdidas y hay riesgo de infección.

Cuando el doctor se marchó, Sempere me preparó un vaso de leche tibia con cacao y observó cómo me lo bebía, sonriendo.

–Todo esto por salvar 'Grandes esperanzas', ¿eh? Me encogí de hombros. Padre e hijo se miraron con una sonrisa cómplice.

–La próxima vez que quieras salvar un libro, salvarlo de verdad, no te juegues la vida. Me lo dices y te llevaré a un lugar secreto donde los libros nunca mueren y donde nadie puede destruirlos.

Los miré a ambos, intrigado.

–¿Qué lugar es ése?

Sempere me guiñó el ojo y me dedicó aquella sonrisa misteriosa que parecía robada de un serial de don Alejandro Dumas y que, decían, era marca de familia.

–Todo a su tiempo, amigo mío. Todo a su tiempo.


miércoles, 24 de octubre de 2007

Alucinación

Extiende tu mano sobre la mesa, haz click donde pone: click here y mira durante 60 segundos la espiral de la pantalla, luego mira tu mano... es genial la alucinación.

sábado, 29 de septiembre de 2007

Para la posteridad

Tras el descanso del verano, vuelvo a este blog para contaros las cosas curiosas que descubro por ahí.

Esta vez quiero enseñaros un proyecto increíble por su magnitud, y sorprendentemente casi desconocido o, por lo menos, yo casi no oigo hablar de él: The Wayback Machine.


Fue fundado por Brewster Kahle en 1996, y el propósito del proyecto es guardar instantáneas de todo Internet en instantes de tiempo determinados. Lleva pues, más de diez años guardando páginas de la web, tal como podían consultarse a lo largo de todo ese tiempo. Ahora mismo contiene unos 2 petabytes de datos.

Podemos ver, por ejemplo, las páginas de Apple o de Microsoft de hace 10 años, y sentirnos en el pasado por unos momentos. Esta es, por ejemplo, la primera página conservada de la edición on-line del periódico El País: 18 de Septiembre de 2004.

Y esta es la primera página de Google almacenada en el archivo, era el 11 de Noviembre de 1998 y la página todavía estaba almacenada en la web de la Universidad de Stanford.

Y lo mejor es que los enlaces funcionan, es como un viaje al pasado donde puedes viajar de página a página, viendo lo que hubieras visto entonces.

Las páginas se sirven con cierto retraso. Ahora mismo puede consultarse la web desde 1996 hasta Julio de 2007.

Lo descubrí por casualidad, hace varios años, y lo he utilizado ocasionalmente para recuperar material que se hubiera quitado ya de la web.

Otro interesante uso es el de saltarse algunos filtros que ciertas empresas ponen para el acceso de sus empleados a algunas páginas de Internet. Basta con volver al pasado y consultar esa página hace unos meses en The Wayback Machine: al comenzar por web.archive.org, el filtro no las suele bloquear.

Hoy he descubierto que mis blogs ya han pasado a la posteridad. Desde el pasado Junio, se pueden consultar en el archivo. Así que, pase lo que pase con mi página, siempre podrán ser consultadas mis tonterías en el archivo histórico de Internet:

Ideas de Ingeniero

Sabíais que...

Buscad vuestras propias páginas. Y cuidado, puede ser que lo que escribáis en una página de Internet quede grabado para siempre y ya no pueda borrarse.
(Bueno, no es tan malo, en cualquier momento podéis pedir que os borren del archivo, su política es acceder siempre a dichas peticiones).